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Desde que finalizó la guerra carlista en 1876 y hasta 1913 fue la gran expansión de la minería castreña. Fueron muy numerosas las prospecciones mineras en los montes de alrededor de Castro-Urdiales (Cotolino, Arcisero, Resámano, Henal, Buscanillo, montes de Anguía, Cerredo, etc.) pero éstas resultaron escasamente positivas, salvo el cordón de Dícido-Campoezquerra-Setares. También se realizaron catas en el monte Candina con no muy buenas perspectivas. Aún así, los castreños D. Samuel Carranza, D. Severiano Dúo y Eusebio Berris decidieron invertir en la construcción y puesta en marcha de un complejo minero en lo alto de Candina. Quién sabe si tomaron esta decisión por la fiebre del hierro y las ganas de ganar dinero rápidamente.

En el monte Candina, situado entre los límites del municipio de Castro-Urdiales y de Liendo, se situó esta explotación minera de Sonabia. Las minas ubicadas a 430 m. de altura comenzaron con su explotación en torno al año 1899 y no fueron muy rentables ya que obtuvieron magros resultados y el coste de las instalaciones fue elevado por la orografía del terreno.

El complejo minero de Sonabia se centra principalmente en dos valles (hoyas) de la peña de Candina; la Hoya de Tueros y la Hoya Negro. Estas dos hoyas estaban conectadas entre sí por unos planos inclinados y una serie de puentes de los que a día de hoy solo quedan los pilares.

Estos planos además servían para transportar el mineral desde las minas hasta el sistema de transporte que bajaba el mineral hasta el cargadero y lavadero situado en el pueblo de Sonabia. Por alguna razón se simultanearon dos sistema de transporte del mineral desde la mina hasta el lavadero. El primero consistía en que mediante el mencionado plano inclinado bajaban el mineral de la Hoya de Tueros hacia el Noroeste, hasta Hoya Negro, una fuerte depresión, todavía a 370 m. de altura. Desde esta Hoya partía una caverna que sale a la pared del impresionante precipicio de la buitrera, sobre Trecha Cavada, encima de las muy singulares dunas de la playa de Sonabia. Por ese túnel natural, que todavía está manchado de mineral, descendía una pequeña línea de baldes que cargaban las vagonetas en las dunas, desde donde partía una línea férrea de perfil suavemente inclinado con dirección al Este y recorriendo unos 800 m. alcanzaba el lavadero sobre los acantilados donde se hallaba el cargadero en la ensenada de Oriñón.

Este ferrocarril, como muchos otros, se movía con tracción animal, descendiendo los vagones cargados por medio de hombres al freno y retornando los vacíos con alguna caballería o pareja de bueyes. El trazado del ferrocarril está perfectamente reconocible y casi todo él se utiliza como excelente camino.

Este ferrocarril, como muchos otros, se movía con tracción animal, descendiendo los vagones cargados por medio de hombres al freno y retornando los vacíos con alguna caballería o pareja de bueyes. El trazado del ferrocarril está perfectamente reconocible y casi todo él se utiliza como excelente camino.

 

En aquellos tiempos se trabajaba de sol a sol, unas 10 o 12 horas diarias. En Sonabia algunos obreros se atrevían a subir a la mina sobre Candina, aprovechando los baldes del pequeño teleférico que atravesaba la caverna natural en el tremendo farallón de la buitrera y como era de esperar sucedían accidentes.

Eran las 6 de la mañana del 6 de Septiembre de 1912, cuando el balde en que ascendía el obrero Antonio Zornoza Campo tropezó con las paredes de la cueva y lo precipitó al vacío. El acta de defunción dice: “…falleció en Oriñón a consecuencia de caída de gran altura”. Era natural de Villaverde de Trucíos, residía en Oriñón, tenía 25 años y estaba casado con Cesárea Trueba Gutiérrez. Tenía dos hijos, Marcial y María”.

El otro sistema de transporte era a través de la Hoya de Tueros. Desde el punto en el que acaba el plano inclinado que une las hoyas, se construyó un ferrocarril aéreo, también conocido como línea de baldes. Dicho teleférico se dirigía hacia el nordeste y por el ángulo de Ladillo, en pronunciado desnivel sobre el Ros, descendía hasta detrás de la caseta de carabineros de Sonabia para descargar los baldes en el lavadero, donde usaron agua de mar.

El cargadero de mineral era de tipo cantilever medía 30 metros, con voladizo de 18 y 11 metros de altura sobre las mayores pleamares. Se proyectó inaugurarlo el 10 de Noviembre de 1900 con el vapor Rhenania de 1.600 Tm., con destino a Rotterdam. Un fuerte temporal lo impidió ese día, pero al de unos días al fin se cargó el primer buque. Por la puesta en marcha se celebró un banquete en la finca del potentado D. Samuel Carranza, en Urdiales.

Los datos del primer año en funcionamiento de las minas de Sonabia se traducen en que en Enero de 1901 se cargaron dos barcos, el Ornen, con 818 Tm., para Rotterdam, y el Enriqueta de 400 Tm., para Gijón. En Marzo un vapor con 1.530 Tm., y en Abril otro con 403 Tm.. En Julio se exportó 2.077 Tm. y en Agosto 400 y ya no cargó nada más en 1901. Total 6.050 Tm. desde que empezó la explotación.

En 1913 empezó la gran crisis donde pararon muchas minas y algunas no reanudaron el trabajo después de la I Guerra Mundial. En los años 30 los terrenos e instalaciones del cargadero, pertenecían, tal vez entre otros a Eulogio Millor y Juan García Menéndez, un asturiano que también era dueño de la mina Gallinar, en Sopuerta. Tras la Guerra Civil, en los años 40, las instalaciones fueron finalmente abandonadas y desmanteladas.

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